Ana Karina Delgado Diaz

May’s featured photographer is Ana Karina Delgado Diaz

Ana Karina is a photographer and artist. For years she has developed narrative projects and documentary photography pursuing stories associated with armed and environmental conflicts, migration crises, inequality, struggles for autonomy, and rural and indigenous worlds in her native Colombia, Latin America, and Africa.

“Let me know if you see I’ve woken up dead”

a hectographic album on a private library

a book, a monster book, a Frankenstein

Starting from the pandemic and as a response to a creative impulse, I began a trip to my archive, a visit to what has been visited, what has been seen. Exploring other ways of looking at and problematizing the place of “witness” I began a review process that plays with the possibilities of other tools for constructing and reading images. Then I came across the “hectograph”, a simple device with which I have devoted myself to the quiet journey of looking again at what I have already seen, of painting the photograph, of rewriting the stories already told, of giving new meaning to my own path, the path of the witness.

[pages stolen from released books + documentary photographs + hectograph]
There were just under 300 books: bought, stolen, rescued, read, widely read, remembered, forgotten. It was a library. It was my library.

There were hundreds of photographs. They were testimonials, they were documentary images, it was non-fiction. They were my portraits of inhabitants of peripheral worlds, sad people, angry people, broken people, resistant people, people who made war, people who suffered from it, people thrown into the fight. They were bright people.

There was an artifact that purported to be a home printing press. It was a proto-photocopier, a toy predecessor to xerographic machines. It was a simple jelly plate. It was a technique. It was a process that could undo resolution, definition, photographic fidelity. He was a hectographer.

My nomadic life in search of stories left my books homeless. The entire library was uprooted and took refuge in an almost gloomy basement.

​My photographic archive consisted of bitmaps, ones and zeros stored on hard drives, which must be similar to living in an almost dingy basement. Those images were sleeping beings that, when used well, served to invoke, from the bottom of my memory, the referents, those people who once encountered my camera.

When the borders began to reopen after the COVID pandemic, I returned to Colombia and set out to “liberate” all those books in different parts of the city and give them back the opportunity to find other readers. Before releasing them, I took a couple of sheets from each book.

These two components: my photographic archive and the stolen pages of the released books, came to meet in the hectograph. The hectograph is a gelatin copier, a proto-photocopier used by rural teachers, by school newspapers and by clandestine groups in different latitudes before the appearance of xerographic copiers and is still used today by artists and other creative people. Starting from this simple homemade device with very unpredictable results, I made a collection of prints using my photos as matrices to transfer, and the stolen sheets as support.

To see more of Ana Karina’s work, here


La fotógrafa del mes de mayo es Ana Karina Delgado Diaz

Ana Karina es fotógrafa y artista. Por años ha desarrollado proyectos narrativos y fotografía documental persiguiendo historias asociadas a los conflictos armados y ambientales, las crisis migratorias, la desigualdad, las luchas por la autonomía y los mundos rurales e indígenas en su natal Colombia, Latinoamérica y África.

“Avísame si ves que he despertado muerto”

un álbum hectográfico sobre biblioteca particular

un libro, un libro monstruo, un Frankenstein

A partir de la pandemia y como respuesta a una pulsión creativa, empecé un viaje a mi archivo, una visita a lo visitado, a lo visto. Explorando otras maneras de mirar y problematizar el lugar de “testigo” empecé un proceso de revisión que juega con las posibilidades de otras herramientas de construcción y lectura de las imágenes. Me encontré entonces con el “hectógrafo”, un sencillo dispositivo con el que me he abocado al viaje quieto de volver a mirar lo ya visto, de pintar la fotografía, de reescribir las historias ya contadas, de resignificar el propio camino, el camino del testigo.  

 [hojas robadas de libros liberados + fotografías documentales + hectógrafo]
Había poco menos de 300 libros: comprados, robados, rescatados, leídos, muy leídos, recordados, olvidados. Era una biblioteca. Era mi biblioteca.

Había cientos de fotografías.  Eran testimonios, eran imágenes documentales, era no-ficción. Eran mis retratos de habitantes de mundos periféricos, gente triste, gente rabiosa, gente rota, gente resistente, gente que hizo la guerra, gente que la padeció, gente arrojada a luchar. Era gente luminosa.

Había un artefacto que pretendía ser una imprenta casera. Era una proto-fotocopiadora, un juguete predecesor de las máquinas xerográficas. Era una simple plancha de gelatina. Era una técnica. Era un proceso que podía deshacer la resolución, la definición, la fidelidad fotográfica. Era un hectógrafo.

Mi vida nómada en busca de las historias fue dejando a mis libros sin casa. La biblioteca entera se desarraigó y se hizo refugiada en un sótano casi lúgubre.

​Mi archivo fotográfico eran mapas de bits, unos y ceros alojados en discos duros, que debe ser similar a habitar un sótano casi lúgubre. Esas imágenes eran seres dormidos que, bien usados, servían para invocar, desde el fondo de mi memoria, a los referentes, aquellas personas que se encontraron con mi cámara alguna vez.

Cuando las fronteras empezaron a reabrirse tras la pandemia del COVID yo regresé a Colombia y me dispuse a “liberar” todos esos libros en diferentes parajes de la ciudad y devolverles la oportunidad de dar con otras lectoras.  Antes de liberarlos, de cada libro tomé un par de hojas.

Estos dos componentes: mi archivo fotográfico y las hojas robadas de los libros liberados, vinieron a encontrarse en el hectógrafo. El hectógrafo es un copiador de gelatina, una proto–fotocopiadora usado por maestras rurales, por periódicos escolares y por grupos clandestinos en diferentes latitudes antes de la aparición de las copiadoras xerográficas y, aún hoy es usado por artistas y otras personas creadoras. A partir de este sencillo dispositivo casero de resultados muy impredecibles, hice una colección de estampas usando mis fotos como matrices para transferir, y las hojas robadas como soporte. 

Para conocer más del trabajo de Ana Karina, aquí